Por qué me gusta el Super Bowl

Las razones que llevan a un bogotano a ser fiel seguidor de este deporte y de uno de los eventos deportivos más vistos en el mundo. Por: Luis Almonacid Quintero*

Nick Foles, mariscal de campo de las Águilas de Filadelfia levanta el trofeo Vince Lombardi luego de ganar el Super Bowl LII. Foto de John Biever/NFL


Es posible que te hayas enterado de su existencia por innumerables referencias en los Simpsons, en películas, en videojuegos o cualquier otra cosa que haya llegado en las toneladas de contenidos que nos botaron de Estados Unidos. O también habrás escuchado las cifras: que es uno de los eventos con más rating en el mundo; que tiene los espacios de pauta más caros y que sus comerciales son piezas de arte cinematográfico creadas para esa noche (la semana siguiente se hace el ‘top 10’ de los comerciales emitidos con su correspondiente comentario cinéfilo).

En fin, un ritual de propios y extraños que da que hablar, así sea en la tirilla más pequeña en la sección de deportes del periódico. El punto es que nadie entiende cómo se juega esa vaina, pero igual da de qué hablar. Y no podemos evitar querer lanzar el balón y corretearlo como locos, cuando nos topamos alguna vez con un ovoide naranja.

Así empezamos con un parche de amigos del colegio hace unos buenos años cuando nos empezamos a juntar a ver el Super Bowl. Este domingo tuvimos la cita anual, que ya no solamente es la de presenciar el partido y comentar la minucia técnica del deporte. Porque claro, el fútbol americano se destaca por su nivel de minucia técnica y por la atención a las estadísticas, a la emoción cuantitativa. Esas minucias casi nunca las comprendemos.

¿Qué es, para mí, el Super Bowl? Primero, la excusa perfecta para verme con el parche de toda la vida.

Segundo, es la final de las confederaciones Nacional y Americana de la NFL. Es como si dividieran la liga de fútbol colombiano geográficamente en dos grupos, digamos, divididos por el Rio Magdalena. En este caso ya no les sacarían la leche a los jugadores con dos torneos anuales, sino con uno, que arrancaría en septiembre y terminaría el primer domingo de febrero, el Super Sunday. Esta distribución en el calendario obedece al fin del ardoroso verano y a la recta final del invierno en el hemisferio norte.

En la LFL, las jugadoras visten bikinis, siendo más un espectáculo para el ojo machito, que una competición

Además, el desgaste del football es muchísimo mayor que en el soccer. Es cierto que hay jugadores que han muerto por enfermedades cerebrales debido a los impactos, y es cierto que tu expectativa de vida es menor si escoges el football como profesión, no importa lo fornido que te pongas.

Así que es una final anual que reúne lo más granado de lo que considero debe congregar un deporte: resistencia física, técnica, velocidad y control, en el contexto de los denominados ‘deportes de contacto’.

Ahora, los reparos: ¿es un deporte machista? Sí, siempre y cuando te quedes en la lectura de que es una actividad que legitima la fuerza bruta y la violencia al servicio de machos heteropatriarcales. También hay ligas femeninas, pero no mueven tanta fanaticada, y tienen la tara sexista del conocido LFL (Legends/Lingerie Football League), una liga en que las jugadoras visten bikinis, siendo más un espectáculo para el ojo machito, que una competición. Va naturalizando, además, que las mujeres no pueden competir utilizando la indumentaria reglamentaria, aun cuando podrían hacerlo.¹ Pienso que la crítica se la tendríamos que hacer al público.

Otro tiene que ver con el correlato imperialista de un deporte que es muy ‘gringo’. Y sí, porque es la ‘americanización’ del rugby británico que además, según investigaron Norbert Elías y Eric Dunning, tiene un ancestro en común con el soccer; un ancestro bastante sangriento.² Así que, amigo lector y amiga lectora, el fútbol es tan imperialista como el rugby o el fútbol americano, o el golf o el tenis o el críquet o el béisbol. Lo jugaron los ingleses invasores y los gringos invasores. Pero hoy por hoy Cuba es potencia mundial beisbolera y el fútbol es tan barranquillero como el carnaval. La tarea es procesar el escozor de las estrellas y las franjas por siempre (que comparto, así no me creas) y juguemos, que jugando, apropiamos. Te invito a que conozcas la FECOFA, nuestra liga colombiana, que ya lleva varios torneos. En Bogotá contamos con dos equipos: los Pumas y los Skulls.

Super Bowl LII 3
Pink cantó el himno nacional de Estados Unidos para este Super Bowl. Foto de Terrell Lloyd/NFL

Por cercanía e irradiación, Canadá y México cuentan también con ligas propias con varias décadas encima. Recientemente se habla en Argentina del ‘Tazón Austral’ y en Europa existe una liga, que sin embargo parece más de exhibición. La fanaticada a nivel mundial está aumentando, tanto así que ya no cabe en las graderías: quiere jugar.

Y bueno, el tema mediático con el que abría… Me pones a pensar que pude conocer el Fútbol Americano en los dibujos animados, pero así como fui irradiado con tanta cultura televisiva, también me tocó la suerte del internet. Una tarde me senté a leer qué era eso y me enamoré. Quizás por la resistencia, quizás por la minucia técnica. ¿Sabías que, según la función defensiva/ofensiva que tenga un equipo, cambia la totalidad de sus 11 jugadores? (11 defienden, 11 atacan, 11 devuelven una patada). ¿Sabías que existen 20 formaciones básicas para cada uno de estos equipos, y que puedes combinarlas como quieras para generar un avance hasta el gol? (el grado de complejidad exige incluso que haya un coach y un libro de combinaciones para cada equipo).

O, ¿sabías que una jugada puede ser invalidada porque la punta del guayo del que recibió el balón tocó fuera del límite demarcado, incluso por unos milímetros? (por eso los árbitros tienen acceso a cámaras en vivo; por eso los famosos desafíos). Bueno. De pronto no estás tan emocionado/a como yo. Soy un Virgo quisquilloso admirador del orden y de la minucia.

Este años se enfrentaron dos viejos conocidos: las Águilas de Filadelfia y los Patriotas de Nueva Inglaterra. Los segundos llevan rompiendo todas las marcas y se están consolidando como los favoritos indiscutidos. Algo así como cuando Michael Schumacher ganaba siempre y uno ya se aburría de madrugar a ver cómo apaleaba a Montoya. Sin embargo, esta vez la victoria fue para las Águilas, quienes rompieron una racha de 58 años sin ganar.

Super Bowl LII
Zach Ertz anota para las Águilas. Foto de Shawn Hubbard/NFL

Mucha gente te va a decir que ese deporte está al servicio de merchandising y que está alejado de la realidad del mundo. Pueda que tengan razón, pero en todos lados se cuecen habas: te recuerdo al mariscal de campo Colin Kaepernick que, durante la temporada de 2016, se rehusó a pararse a entonar el himno nacional, protestando contra la violencia racista campante en su país. Hoy por hoy nadie lo contrata, pero sigue firme en sus convicciones. Te recuerdo también que Donald Trump, presidente de Estados Unidos y cáncer de nuestros tiempos, es fanático de los Patriotas, que jugaron en esta, la versión 52 del Super Bowl. La tensión con Kaepernick, que hizo que muchos jugadores se le unieran, empujó al presidente loco a exigir que despidieran a todos los rebeldes. De nuevo, la realidad le quedó grande.

Sumaría la historia de mi equipo favorito, los empacadores de Green Bay. Un equipo que nació por iniciativa de los propios trabajadores y trabajadoras de una fábrica empacadora de quesos (de ahí el gracioso gorrito de su fanaticada). Fiel a sus orígenes comunitarios, actualmente es el único equipo de la NFL de propiedad pública, es decir, el único que no pertenece a un gordo empresario o a una corporación.

De modo que, el Super Bowl (o mejor, el Súper Tazón), es la final de un deporte que me gusta, que sigo porque entiendo muchas de sus enredadas reglas, y que quiero seguir porque todavía no las entiendo todas. Puede ser tan machista o imperialista como quieras, pero no lo sabrás completamente si no te sientas a ver un partido y a escuchar a sus actores.

Claro. A veces también sueño con estar al otro lado de la pantalla, lanzando el pase perfecto de 50 yardas en ese último segundo, logrando un empate³, en tiempo extra, a mi favor.


¹ Sexismo y estereotipos: el día a día de las jugadoras de fútbol americano femenino

² Como nos lo cuentan en el ensayo que dedican al fútbol en su obra Deporte y ocio en el proceso de civilización.

³ La frecuencia de empates en muchísimo más baja que en el fútbol. El Súper Bowl del año pasado fue el primero y único de las 52 versiones que terminó en empate. Tuvieron que irse a tiempo extra para que ganaran los Patriotas frente a los Halcones de Atlanta por un marcador de 34-28.

* Luis Almonacid Quintero: bogotano, sociólogo y mariscal de campo frustrado.

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